La primera vez que lo vimos estaba lleno de referencias
locales, correspondía a la genealogía de “alma de cartón”, el disfraz que lucía
por la calle así lo acusaba. Quizá nos lo explicaron mal o no supimos verlo. Se
trataba de un auténtico viejo lobo marino de los mares de Terranova y
que ahora navega de bar en taberna, con esa franja dorada en la cabeza que simulan a los santos
bendecidos y que cubre con una gorra yanqui donde guarda los rubios emboquillados.
Lo había echado el dueño de la sombra de la barca donde dormía.
Ahora tiene su apartamento-oficina en el desagüe tras El Tintero. Con las últimas
lluvias tuvo que cambiar todo el mobiliario y ahora duerme entre cartones.
Paco Bermudez nos dijo lo que suponía. En los años ochenta y
primeros noventa, los carnavaleros casi no existían para la ciudad y mucho esfuerzo
suponía reivindicarlos en la “Peñita de Carnaval” de la Playa El Deo, como
amantes perfectos que recrean sin concesiones el tema de cada comparsa, cuando
se cantaban letras de un tal Juan Sin Miedo (Juambe Cobos) dedicadas a los que
recogían cartones por las calles. Estas letrillas hoy no son por él recordadas,
añadiendo:
Con el alma de cartón
y un carro cargado de
sueños
son tus coplas mi
consuelo.
Entre penas y alegría
mientras
quede fantasía
¡cantaré!
Un
lamento en la garganta
un
requiebro en mi guitarra
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