jueves, 14 de agosto de 2014

un requiebro entre cartones

La primera vez que lo vimos estaba lleno de referencias locales, correspondía a la genealogía de “alma de cartón”, el disfraz que lucía por la calle así lo acusaba. Quizá nos lo explicaron mal o no supimos verlo. Se trataba de un auténtico viejo lobo marino de los mares de Terranova y que ahora navega de bar en taberna, con esa franja dorada en la cabeza que simulan a los santos bendecidos y que cubre con una gorra yanqui donde guarda los rubios emboquillados.
Lo había echado el dueño de la sombra de la barca donde dormía. Ahora tiene su apartamento-oficina en el desagüe tras El Tintero. Con las últimas lluvias tuvo que cambiar todo el mobiliario y ahora duerme entre cartones.
Paco Bermudez nos dijo lo que suponía. En los años ochenta y primeros noventa, los carnavaleros casi no existían para la ciudad y mucho esfuerzo suponía reivindicarlos en la “Peñita de Carnaval” de la Playa El Deo, como amantes perfectos que recrean sin concesiones el tema de cada comparsa, cuando se cantaban letras de un tal Juan Sin Miedo (Juambe Cobos) dedicadas a los que recogían cartones por las calles. Estas letrillas hoy no son por él recordadas, añadiendo:    
     

Con el alma de cartón

y un carro cargado de sueños

son tus coplas mi consuelo.

Entre penas y alegría

mientras quede fantasía

¡cantaré!

Un lamento en la garganta

           un requiebro en mi guitarra






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